EL ARTE DE LA PALABRA

Kahlil Gibran, escritor y poeta libanés, escribió alguna vez “el químico capaz de extraer de su corazón los elementos compasión, respeto, deseo, paciencia, arrepentimiento, sorpresa y perdón, y de combinarlos en uno, habrá creado ese átomo llamado AMOR”.

Eso es precisamente, lo que se trata de hablar en público, hacerlo con amor, que debe fluir al pronunciar cualquier palabra para que construya y despierte emociones agradables en quien nos sirve de interlocutor.

Todos en algún momento de la vida, estamos obligados a hablar en público. En una reunión familiar, en el colegio, la universidad, una reunión de amigos, en cualquier circunstancia, hablar en público es una necesidad.

Para muchos, el pánico escénico es un enemigo que les impide alcanzar sus metas, cuando tienen que exponer su negocio o declarar su amor a esa persona que les atrae, se quedan paralizados y prefieren dar media vuelta, frustrando de esta manera la oportunidad de hacer nuevas relaciones de negocios, sentimentales, amistad o laborales.

Estudios recientes, demuestran que el temor a hablar en público está por encima del miedo a la muerte o a contraer enfermedades. ¿Cuántas oportunidades ha desperdiciado usted en la vida por darle fuerza a esa amenaza que lo controla y no lo deja ser feliz?

Esta emoción tan poderosa que contrae el sistema nervioso, causando parálisis, como si se tratará de un veneno suministrado por una peligrosa serpiente, es un regalo que alguien cercano a usted en su infancia le heredó, o de un padre neurótico que lo censuró y no le permitió ser libre.

La mejor forma de vencer este miedo es a través de la terapia de la confrontación. Enfréntelo cara a cara aprovechando toda oportunidad que se le presente para hablar públicamente. Hágalo en la iglesia a la que pertenece participando en las reuniones, saliendo al frente a exponer sobre cualquier tema, en la academia interviniendo cada vez que pueda, con sus amigos liderando reuniones o en cualquier organización a la que pertenezca.

En varios de los talleres que organizo, me encuentro con casos muy puntuales en los que algunos de mis alumnos, cada vez que deben salir a hablar públicamente, les empieza a sudar las manos, les tiembla la voz, las piernas, se quedan estáticos y son incapaces de mirar a sus compañeros. Al analizar sus historias personales, hemos encontrado un común denominador, todos fueron víctimas de un padre o adulto, que los golpeaba o gritaba cada vez que ellos querían opinar.

Analizados y comprendidos estos factores, y luego de la adquisición de las técnicas necesarias para desempeñarse bien públicamente, dejan su miedo atrás y comienzan a darse una nueva oportunidad para mejorar y cambiar sus vidas.

Tenga en cuenta una regla de oro en las relaciones interpersonales, sólo contamos con cinco segundos para causar una buena impresión en los demás. No desperdicie esta oportunidad, porque no volverá a tener otra para producir una buena imagen de sí mismo.

Toda persona que maneja grupos, deberá entender que cada vez que se dirija a ellos, tiene que interesar a sus integrantes, y para hacerlo la mejor fórmula es hacerlo desde el corazón. Cuando así se hace, se dirige también al corazón de quienes le escuchan. Ésta es una de las claves para lograr persuasión entre los receptores. Cada vez que le hable a alguien, ponga el corazón en lo que dice y logrará su total atención. Quien no lo hace se convierte en un expositor aburrido y desagradable.

El elemento más importante en toda comunicación es el entusiasmo, éste representa el 80% de la dinámica de una conversación. Enrique Castellanos, del Instituto Dale Carnegie, advierte que el fracaso en una conferencia o charla se presenta, cuando la actitud del orador falla, ya sea por inseguridad, falta de empatía o poco entusiasmo.

Cada vez que se habla, se transmiten emociones, elija del santuario de su corazón las mejores para hablarle a los demás.

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