ADICCIONES AFECTIVAS

“El amor es como las mariposas: sí las persigues desesperadamente se alejan, pero si te quedas quieto se posan sobre ti”.  (Rabindranath Tagore).

Esta adicción conocida comúnmente como apego, es una enfermedad que trae consigo innumerables consecuencias que pueden recaer en trastornos de la personalidad, afectaciones laborales y problemas a nivel social. Se le define como la incapacidad de renunciar a la pareja, cuando se sabe que debe hacerse.

El verdadero amor es independiente, esto es que las personas tienen autonomía sobre sus actos, son libres e impera el respeto, la comprensión, tolerancia, el romanticismo, la confianza y otros valores que rigen el compromiso sentimental.

Al contrario, cuando una persona está apegada a la otra, es víctima de los celos, la incertidumbre, el desasosiego, la intolerancia y otras patologías que la hacen esclava de sus emociones. Peor aún, una persona adictiva afectivamente es intranquila, y esa sensación la transmite a su pareja. Estas emociones llegan a ser contagiosas, al punto que la otra persona desapegada sufre los embates de la trastornada, haciendo su vida desesperada.

Lo mejor para curarse de estas adiciones, es alejarse de personas así. Si usted está atrapada o atrapado en una relación así, lo recomendable es hacerse a un lado, nada cambiará a esta persona a menos que ella o él, acepten que necesitan cambios, de lo contrario seguirán en la misma condición, así prometan correcciones.

Se cae en estas adicciones por situaciones culturales o trastornos que nos han sido inducidos desde niños por unos padres que transmitieron valores equivocados. Al crecer esto genera trastornos en la personalidad. Cuando la persona cree estar enamorada empiezan a fluir  estas anomalías que repercuten en la conducta social. Es paradójico que las parejas se unan para discutir y rivalizar. Pareciera ser una programación innata puesta en nuestro cerebro que nos advierte de un software especial de conflicto del que a veces no somos ni conscientes de su existencia. Simplemente, como marionetas movidas por hilos imaginarios, actuamos en contra de los demás, sin importar de quien se trate.

Otras veces, se dan estas situaciones conflictivas entre parejas, cuando una de las partes, o las dos, tras un fracaso en una relación pasada, no asimilan correctamente la información, o peor aún, no hicieron el duelo correspondiente, necesario para purificar nuestra mente y emociones. Este es un proceso natural a través del cual, el universo se encarga de revitalizarnos y curar nuestro interior de posibles toxinas emocionales que hayan quedado de ese pasado.

Un duelo por lo general, tiene cuatro fases. La primera parte se da cuando tras la ruptura de la relación, la persona no comprende aún lo sucedido, se siente aturdida. Este periodo puede durar entre cuatro a ocho semanas, depende también  de la capacidad del  individuo para recuperarse y su intención de hacerlo.

La segunda fase se da cuando el sujeto no acepta la pérdida, hay resistencia a la separación. En este período pueden presentarse manifestaciones como insomnio, llanto, tristeza, y en algunas ocasiones el afectado(a) acude ante videntes o pitonisas en busca de respuestas ante su aflicción.

El tercer estado comienza cuando el individuo empieza a aceptar la realidad, sin embargo persiste la tristeza y si no logra sobreponerse puede recaer en estados de depresión. Este período puede tardar entre dos o tres meses.

La cuarta fase se caracteriza por la reorganización de la vida, la persona empieza a renunciar a la esperanza de la recuperación del amor perdido, y en consecuencia aparecen las ganas de vivir. Es en este momento cuando el dolor empieza a desaparecer.

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