¡EXTIENDA SUS ALAS Y VUELE ALTO!

Por: Edward Pinilla

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@EdwardPinilla

Cuenta una metáfora que en cierta ocasión un rey decidió que daría en casamiento a su hija a aquel hombre que lograra hacer volar un halcón que desde hace tiempo estaba parado en una rama. De todas partes del reino vinieron hombres tratando de hacer que el ave levantara el vuelo, pero nadie pudo lograrlo.

Un buen día el rey quedó sorprendido al ver el halcón volando, mandó llamar a quien lo había logrado. En su presencia le preguntó que había hecho. El campesino le respondió: “mi rey, sencillamente corte la rama donde éste se encontraba parado y de inmediato recordó que tenía alas”.

¿Cuáles son tus alas? La respuesta está en tú interior. Éstas son tus pensamientos.

La mente humana fue dotada con la capacidad para volar tan alto como se quiera. Pero ello requiere la conquista del interior. El cerebro humano posee 100 billones de neuronas, con la capacidad de almacenar toda la información necesaria para llevarte a donde quieras ir. De acuerdo a investigaciones hechas, no llegamos a utilizar ni tan siquiera el 10 % de esta capacidad cerebral.

La clave para tener éxito en la vida y alcanzar la excelencia, que en términos prácticos significa excederse en lo que se hace, radica en el sistema de creencias, éstas a su vez constituyen paradigmas, que determinan tú destino.

Las creencias son como los filtros internos que tenemos y a través de las cuales percibimos la realidad. Son los guías del cerebro, de acuerdo a ellas establecemos juicios sobre lo que es o no verdad. Son las creencias las que determinan que haya fe o por el contrario duda, y éstas a su vez son las responsables que un ser humano adquiera éxito o fracaso, salud o enfermedad, vida o muerte, odio o amor.

Cuando hablamos de fe, muchas personas se remiten a credos o religiones, esas son creencias, pero en sentido práctico, fe es un estado mental que te potencia y da orientación a tú vida. La fe, que se remite a modelar y establecer nuevas creencias, transformando hábitos, empieza por el conocimiento de sí mismo, el deseo por alcanzar algo aparentemente imposible, el creer en  que usted tiene todas las capacidades y cualidades para lograr lo que se propone y, finalmente nutrirse de energías para llegar a donde se quiere ir.

Las creencias son anclajes en la mente inconsciente que potencian la fuerza interior. Los pensamientos siguen un camino, primero son opiniones, luego creencias, después convicciones y finalmente anclajes. Es como si tuviésemos una mesa con un soporte, dos, tres y la última, la mesa compacta.

La historia de la humanidad está llena de personajes que lograron lo que se propusieron, modelando conductas de otros y cambiando sus sistemas de creencias.

Las creencias establecen representaciones internas sobre eso que pensamos, llevan la orden a través del sistema nervioso y lo que se cree cierto o mentira es así para quien lo interpreta.

¿Quiere usted éxito en todo lo que se propone? Empiece evaluando sus creencias y si descubre que algunas de ellas le están saboteando su éxito, haga un replanteamiento y modifíquelas. Claro, pensará usted ¿cómo hacerlo?…

Evalúe en que ha fallado, si ha renunciado con facilidad a lo que desea y aclare sus miedos. Éstos son limitaciones que uno mismo crea de acuerdo a como vemos el mundo. La mayoría de los miedos fueron regalos que nos hicieron nuestros padres, vecinos, la misma realidad y otras fuentes externas. Quedaron allí anclados en la mente inconsciente ocupando el papel de creencias.

Una vez haya establecido a que teme, busque mecanismos para eliminarlos. Puede empezar por el método de repetición constante. Es decir, dándose órdenes contrarias y repitiendo afirmaciones positivas a cerca de lo que quiere.

Este ejercicio requiere práctica y disciplina constante, la mente humana no puede aceptar dos pensamientos opuestos, acepta el que mayor fuerza tenga. Y, tenga presente que se requiere de por lo menos 66 días consecutivos para cambiar un pensamiento negativo por otro positivo, y para ello hay que ser constante y perseverante, hasta lograr el propósito proyectado.

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