CERRAR CÍRCULOS

“Lo nuevo en nuestra vida nace, solo hasta que lo viejo muere”. Anónimo.

Nunca podremos empezar algo, siempre y cuando hayamos dejado aberturas en el ayer. Esto principalmente se aplica en el amor. De manera irresponsable o por miedo a tomar decisiones, consideramos como cierta aquella frase  que afirma que “un clavo saca otro clavo”. Mentira, al final ambos clavos terminan incrustados con mayor profundidad en el corazón.

De acuerdo a la versión de algunos autores, existen tres grandes miedos: Miedo a no ser suficientes, a ser descubiertos y a no ser amados. Estos, cuando le damos el poder de manipularnos, ejercen un control sobre la persona, obligándola a cometer errores que van en detrimento de su calidad de vida. Al final, terminan por causar estelas de abatimiento, soledad y depresión.

El mayor de estos miedos, es el de no ser amados. Por efectos de este pánico, muchas personas terminan sus vidas, al lado de parejas que no les producen satisfacción, ni alegría. Para ellas, resulta una carga pesada la convivencia con sus cónyuges. Esto se puede ver en los rostros, la debilidad del lenguaje verbal y no verbal que producen cuando interactúan en público.

Revelamos permanentemente huellas de nuestra personalidad y sentir, cuando nos expresamos. Todo esto sucede por nuestra incapacidad para resolver asuntos del ayer. Por nuestra impotencia muchas veces para tomar decisiones asertivas. Por esto, dejamos la vida en manos del destino, y que se mueva de acuerdo a la dirección del viento.

Otras veces, sucede que dependemos de otros en la toma de decisiones. Muchas personas se pasan la vida consultando temas de su  vida a otras personas que sienten y piensan diferentes. No es que sea malo consultar. Es ante quien lo hacemos. Cuando preguntas a un sabio, éste jamás te dirá que debes hacer, te sugerirá, pero antes te advertirá que la respuesta reside en tú interior, y que debes obrar con respeto a la persona que está dentro  de ti, pues en últimas es a ella a quien debes complacer por encima de todo.

La calidad de nuestras vidas, depende de la calidad de la comunicación que tengas contigo mismo(a).  Evalúa esta comunicación. ¿Qué hablas de ti? ¿Qué piensas de esa persona que está dentro de ese cuerpo? ¿La complaces, la respetas, la valoras?  ¿Ella, es un tesoro para ti? ¿Respetas sus decisiones y gustos, o, prefieres complacer los gustos de otros, por conveniencia?

Existe una ley universal que algunas disciplinas llaman Karma, que también es causa y efecto. Esto hace referencia a las deudas que vamos adquiriendo en el paso por esta vida. Cuando  niños no teníamos problemas porque el mundo para nosotros era muy hermoso, la vida era el don más preciado, las personas eran todas buenas, en fin, la inocencia nos hacía ver que todo a nuestro alrededor era bello y agradable. En ese momento éramos dichosos, y hasta afirmábamos nuestra condición de ángeles. ¿Sabe porque pasaba esto? Porque el niño sabía que él era bueno.

Sin embargo, empezamos a crecer y a adquirir de los adultos a nuestro alrededor sus creencias y con ellas su interpretación de la realidad. En consecuencia, empezamos a limitar la vida, a ponerle reglas a todo, a etiquetarnos. A partir de allí, perdimos la inocencia. Allí, comenzaron nuestros problemas.

Lo que vivimos hoy en día es consecuencia de la perdida de esa ingenuidad. Para recuperar las alas que con seguridad afirmábamos que teníamos, debemos cancelar los karmas y volver a empezar. Cerrar círculos, y por respeto a los demás no dejar nada abierto que nos pueda herir y dañar.

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